viernes, abril 06, 2007

Nos declaramos en Corte

Así, como hemos pensado nuestra Escuela Política de Mujeres Pazificas como una dimensión que se escribe en nuestros cuerpos, venimos a esta Corte con los pies descalzos. Sabemos que esta expedición por la memoria sólo puede hacerse desde lógicas de periferia que conectan lo racional con lo intuitivo, lo lógico con lo lírico, lo personal con lo objetivo, el caos con el orden.

Saludamos la autoridad de esta Corte y sus mujeres, esta audiencia que permite experimentar otras formas de justicia que no pasan por los formalismos, las pruebas, los términos, ni las venganzas. Estas justicias novedosas que descentran, que cuestionan los hegemonismos, y que desconfían de los procedimientos de un derecho patriarcal que no ha entendido la hondura de nuestras tribulaciones.

Toda nuestra compasión y nuestra fuerza con las testimoniantes, con las mujeres que han vivido el dolor y la crueldad sobre sus propios cuerpos, con las que se niegan al olvido y al mismo tiempo se resisten al rencor, esa especie de memoria inconada, esa sombra con saña del recuerdo que impide el flujo creativo de la vida.

La ley de justicia y paz promovida por el presidente y su establecimiento y diseñada claramente para legitimar capitales acumulados a sangre y fuego y una contrarreforma agraria dispuesta a megaproyectos estratégicos, no nos esta dando la posibilidad de un nuevo pacto humano que nos permita habitar este país del otro lado de la sombra.

Nunca como ahora nuestras manos desarmadas tienen más potencia. La peste del olvido augurada en Macondo y anunciada con arrogancia de los centros de poder, asoma su hocico en la historia oficial. Pero nosotras, desobedientes, insumisas, cimarronas, tejedoras de trenzas y de ausencias, nos negamos a no sembrar a nuestros muertos.

Nos declaramos en Corte, entendiendo que las palabras no mueren al ser dichas, sino que empiezan a vivir en ese instante. Nos declaramos en Corte con los testimonios de las sobrevivientes, con el linaje de las mujeres sabias, con nuestras propias historias que aun no han sido oídas.

Nos declaramos en Corte permanente, itinerante, radical. Desde este instante todos nuestros oídos y nuestra memoria con humildad a la saga del dolor de tantas.

Y allí donde más de dos o tres mujeres, invocando la sacralidad de la memoria, den el testimonio de la historia, se hará Corte.