miércoles, junio 21, 2006

MUJERES DEL BARCO DE LA PAZ

INVENTANDO BRUJULAS

Allí, la Habana, descascarada, destartalado esplendor de sus mansiones, mármol roto. La Habana, dignidad oceánica, puerto de resistencia, suculenta pobreza de moros y cristianos. Y Obátala, y Ochun y Yemaya.
Diecisiete mujeres colombianas llegadas desde diferentes experiencias de vida,
afectadas por el conflicto armado, social y político desde orillas contrarias, enemigas en el simulacro de la guerra, allí en el pequeño hall de un discreto hotel, sin saber quien es quien, a tientas en las sonrisas y en el encuentro.

Igualadas por la síntesis del viaje, con sus maletas de todas maneras exageradas, la única certeza que tenían es que estaban dispuestas a la experimentación humana, que eran contradictoras y eran mujeres, que habían aceptado el reto de construir acuerdos allí donde los hombres reiteradamente habían fracasado.
La Habana cuestiona, excita, duele, conmueve y no es posible ser imparcial desde su malecón. Todas leyendo su herrumbre y sus solares desde una historia, un prejuicio, una ilusión.

Esa noche la Bodeguita las vio cantar a voz en cuello las melodías del Benny, las vio en la euforia del ron olvidándose por un momento de la euforia de la guerra de ese país enloquecido del que venían y que las había tatuado de manera irremediable. Estremecidas en ese primer momento fueron 17 en un instante manso de luna creciente mientras se construía el primer consenso del encuentro: la irrefutable alegría de la Habana , su despiadada entrega, su corazón en bandolera.

Las parejas de las habitaciones se armaron desde la inspiración del mar y el trópico, desde esos pequeños gestos que acercan las sensibilidades por fuera de la diversidad ideológica y política, desde el azar metodológico que juntó impúdicamente gobierno e insurgencia, ganadera y reservista, reinsertada e indígena.

Poco a poco fueron sabiendo quien era quien en esa cita un tanto a ciegas que había sido orquestada por una colombiana y una inglesa indignadas porque en la mesa de negociación que el estado colombiano habilitaba para tramitar un proceso de paz con la insurgencia desde Enero del 2000, no había ni una sola mujer, ni de parte del gobierno ni de la guerrilla de las Farc, que se expresara sobre una de las encrucijadas mas desgarradoras del país tras cuarenta años de una guerra triste e ininteligible.

“Constituyamos una mesa alterna de negociación y dialogo, un espacio de mujeres que nos permita establecer las condiciones mínimas de reconciliación nacional, una instancia con jerarquía moral que ensaye consensos desde nuestras sensibilidades”. Esa fue la razón que de mano en mano y de boca en boca permitió juntarlas, diversas, plurales, antagónicas, mujeres.

El Barco de la paz es una especie de universidad flotante que recorre el mundo tratando de hacer compresible la política global. Una ONG japonesa que pretende recuperar una historia manipulada por la narración oficial y que harta del olvido se tira al mar para encontrase consigo misma. Allí era la cita, en un barco en donde no hay nada firme, nada estable, nada en el horizonte como puntos de referencia conocidos, solo los imaginados.
Embarcaron en Santiago de Cuba y entonces lo primero fue hablar de los miedos.

Las procedentes de los movimientos de mujeres temían que el encuentro repitiera lugares comunes, eran consientes que ellas también están atrapadas en modelos patriarcales que se les mete en las células, que les coloniza, que les impone sus lógicas, sus estructuras, su lenguaje, saben que el encuentro puede girar en torno a las mismas lógicas dominantes sin inspiración para construir propuestas verdaderamente alternativas.

Las ligadas a movimientos armados expresan temores mas concretos que hacen ocultar y evadir ciertos debates ideológicos por las represalias, las amenazas, el castigo, las balas.

La representante de gobierno teme que a su presidente el doctor Alvaro Uribe se le falte al respeto, la acompañante internacional de Noruega teme que del encuentro no se avance hacia la paz, la tripulación pacifista del barco sospecha tormentas...

Una llegaba del monte, responde las preguntas que desordenadamente le hacen a borbotones: ¿que tipo de mujeres esta pariendo la guerra y la selva?, ¿qué nuevo tipo de familia están construyendo en la práctica?, ¿qué nuevos lenguajes hablan los amantes?, ¿cómo subvierten ésa inclinación casi natural que tienen los machos de tener la última palabra?, ¿qué tratamiento dan a los mediocres?, a los fundamentalistas que enceguecidos por sus intereses pierden de vista la sacralidad de la persona humana?, ¿cómo logran desactivar las pervenciones que llegan en los pliegues de la guerra?

Las respuestas se balbucean; “este es un estado mezquino que no ha sabido responder a las mínimas necesidades de nuestra gente, una burguesía retardataria que ni siguiera ha respondido a las demanandas de modernidad, una clase política corrupta que se devora en su pobre demagogia”. Pero para este tipo de preguntas no existen respuestas preparadas ni pensadas. ¿Han podido caminar con las lobas?, ¿distinguen el rastro de los unicornios?, ¿han podido conocer la magia de los claros del bosque?, ¿cómo reflejan sus cuerpo los ciclos lunares?

Ahora ya no se sabe si las preguntas van dirigidas a la compañera de la insurgencia o si se las hacen enloquecidamente a si mismas. Y entonces hay catarsis. ...”Todos iniciamos pagando un impuesto a los grupos de autodefensa, la idea era que nos protegieran del secuestros, que nos cuidaran, que no permitieran que los de la guerrilla se aposentaran en nuestras haciendas. Sí nosotros pagamos, como todos, sin excepción. Pero lo que uno no sabe es adonde van a parar las cosas.

Yo tengo la convicción de que a mi marido lo mataron los del propio bando, porque con las armas viene la ambición, y como nuestra hacienda era las mas linda, la mas trabajada, pues creo que pensaron que era mas fácil hacerse con las tierras de una viuda. Yo me los encuentro, en los bancos, en los restaurantes, en los clubes, me dan el pésame, yo tengo que seguir pagando, dando la cuota mensual y llevando este dolor que además no puedo desfogar ni en mi casa porque lo único que tengo claro es que no quiero que mis hijos hereden odios y venganzas, no, prefiero este llanto sordo que un día de estos me va a estallar en las costillas”

El barco sigue anunciando que un viaje es síntesis, mutación, cambio de paisaje, abandono de lo familiar, despedida de viejas certezas, apertura a los encuentros.

Para llegar a Cartagena sólo son tres días, muy pocos, para tantas historias, para tanto país pulsado desde algún dolor y alguna hondura, del relato de una maestra que fue haciendo roca su sindicalismo, sus puntos de partidas.


Nos lo preguntamos porque no sabemos
Queremos controlar, predecir, imponer, concentrar, acumular
Allí el primer miedo:

ese lugar misterioso que la mayoría de las colombinas y colombianos vemos por televisión como una espesura profunda de la que no se conocen sus reglas, tratando de ensayar metodologías para construir consensos en medio de la diversidad ideológica y política, buscando acuerdos en campos donde los hombres han fallado. (despedida del barco en Santiago de Cuba)

Y como penelopes rebeldes, cansadas de esperar cordura en los guerreros, guardamos el tejido y emprendimos un viaje sin bitácora preestablecida.

Con nosotras, un equipaje emocional de expectativas, miedos, incertidumbres y certezas:

Algunas sabemos Se nos ha inculcado la idea de que sólo si tenemos suficiente poder seremos libres para hacer y ser lo que queramos. Y la impotencia, la exclusión, la debilidad ante un poder muy fuerte se contraresta consiguiendo algo de ese poder.

(sonio ambiente de discusión y testimonios....)

-Cada una tratando de ser coherentes, y poniéndonos en experimentación vital también hicimos nuestras propias invitaciones a la tolerancia, el respeto, a valorar la diferencia, la expandir la conciencia y la empatía.
Hay decir que en el transcurso del viaje muchas veces tuvimos que ir repetidamente a leer nuestras propias invitaciones, en medio del bochorno por nuestro contradicción interior, para detener las ganas de eliminar a la contradictora con una frase demoledora, o arrojándola por la borda.

Allí, en medio
Adalgiza Charria
Junio, 2006